Como podréis haber deducido soy una incondicional amante de
la danza y todo lo que tenga relación con ella. Antes de poder andar ya
bailaba, como se suele decir, así que la creación de este blog no es pura
casualidad.
El día de hoy voy a contaros mi trayectoria en el baile, que
ya de primeras describiría como bastante frustrada pero como las casas no se
construyen por el tejado, comenzaré a contar la historia desde el principio.
Entre los 5 y 8 años, como a casi todas las niñas, me
apuntaron a Ballet y Sevillanas. Durante esos tres años era feliz yendo dos
veces por semana a aquella escuela cerca de casa a aprender nuevos pasos y
ritmos, me sentía identificada con ello, pero por mi corta edad aún no sabía
por qué.
Entre los 8 y los 16 años dejé de bailar. De bailar en
público claro, porque los espejos de mi casa tienen más que calcados los miles
de pasos que he practicado frente a ellos. De forma autodidacta aprendí
coreografías y pasos con los que me podría defender en casi todos los estilos,
desde Hip-hop o Funky hasta Bachata o Salsa.
Durante mis años de Bachillerato volví a tener una rutina de
baile en el Centro Cultural de mi barrio gracias a la creación de un grupo al
que acudíamos dos veces por semana y realizábamos coreos de lo más variadas y
de lo más variopintas, pero finalmente se disolvió y quedé huérfana de danza
nuevamente.
El gran dilema llegó tras terminar mis estudios de
Instituto, ya que me planteé estudiar un Grado en Ciencias de la Danza, pero ni
con un milagro podría haber optado a ello. No tenía mi apoyo moral, ya que
considero que para realizar una carrera así se tiene que tener una trayectoria
muy larga en la danza y yo, sin un punto en mí currículum, no tenía nada que
pintar allí y eso se añadía al nulo apoyo de mis padres. Pese a haberme visto
bailar sin parar toda una vida y sentir mi felicidad, consideraban y consideran
que es un hobbie caro y que no puedo “perder el tiempo” puesto que tengo una
carrera seria que sacar.
Pero sin duda alguna el momento de mayor felicidad en mi
trayectoria como “bailarina” es el día que hace un año por estas fechas pude
asistir a mi primera clase en una escuela de verdad, Wosap. Fue en el estilo de
Hip-Hop y aunque me costó convencer a mis padres pude cursar dos meses, los más
felices de mi vida sin duda. Desde entonces he asistido otros dos meses a Ragga
y sólo un día de prueba a Dancehall.
(Puede que estos dos últimos estilos suenen a chino, pero prometo hacer
una entrada al blog más detallada, tanto de la escuela Wosap como de los
estilos de baile que he practicado).
Como veis, mi trayectoria en la danza no ha sido ni mucho
menos regular y actualmente estoy tan volcada en mis estudios que no tengo
tiempo ni de respirar y mi único suspiro son los viernes en los que puedo salir
y mover un poco el esqueleto o las tardes sueltas por el Retiro de Madrid
inventando locas coreografías con una de mis mejores amigas. He aquí el ejemplo:
Quién esté en mi lugar o sea amante de la danza me entenderá
y sabrá lo que se siente al escuchar la música y bailar. Cómo los pasos se
convierten en la mejor forma de expresión, el espacio se reduce a tu área de
movimientos y te sientes más libre que nunca.
Quién esté en mi lugar reconocerá lo frustrante que es
querer y no poder, saber y no poder, poder y no poder.
En cierto modo siento rabia pensando en cómo si mi carrera
artística hubiera sido continua podría haber llegado a ser alguien en este
mundo, pero después pienso en lo joven que soy y la infinidad de oportunidades
que ofrece la vida y quién sabe, quizás algún día me vea en una gran pista de
baile.
Quién sabe…
“Los grandes bailarines no son geniales por
su técnica, son geniales por su PASIÓN"
Martha
Graham
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